miércoles, 8 de enero de 2014

La Familia Popular Venezolana



   El estudio de la familia como esta institución primordial en la sociedad, exige la revisión de su estructura, funciones, etapas y sistemas de relación interna y externa. La familia puede ser de tipo nuclear, la mejor vista en el imaginario del colectivo, pero en las diferentes realidades también existen las familias monoparental, integrada por padre o madre y los hijos, es decir, uno de los progenitores se encuentra ausente. 


     Debe señalarse que, la manera en que se encuentra estructurada la familia en conjugación con otros componentes personales y actitud, grupales y sociales, generan por regla situaciones de crisis temporales o irreversible. Dentro de las familias nucleares, coexiste con las realidades de la pareja, los conflictos que suelen presentarse son: la separación, el divorcio, el abandono por parte de unos de los integrantes de la pareja, la infidelidad, el maltrato físico, psicológico entre otros. 


     Igualmente, el caso de las familias monoparentales, específicamente en las cuales no consta la figura del padre, le corresponde a la mujer asumir toda la responsabilidad de las crianza de los hijos. Mientras que, en las otras formas de agrupación familiar que constan con terceros miembros fuera del núcleo, los gastos económicos, tareas domesticas y el cuidado de los hijos puede originar roses constantes que evidentemente influyen en la dinámica familiar.


      Por su parte, Delgado, Naranjo y otros (2002), sostiene que en las sociedades occidentales, cada vez con mayor frecuencia, se destacan dos tipos de familia en específico. La primera, es aquella pareja sin hijos, la cual se encuentra en etapa de formación y si mantiene esa situación hasta que uno de los cónyuges muere o abandona el hogar, pasa a la etapa de disolución, omitiendo así las tradicionales por llamarlas de algún modo etapas de contacción y extensión. 


      La institución familiar posee cuatro funciones básicas que pueden determinar su funcionamiento y prolongación en el tiempo, la cuales son: la reproductiva, la económica, afectiva y educativa. Al tiempo que, cada individuo tiene un percepción del grado de funcionalidad de su familia y tal apreciación tiene que ver con el rol que desempeña dentro de ella, sea como padre, madre, abuelo, abuela, hija o hija.


     Dentro de este marco, la familia venezolana, desde el punto de vista de su constitución, se ha venido transformando en las últimas décadas. En referencia a esto, Contreas, Marquina y otros (2008), señalan que en el país, dos grandes hechos históricos fueron los principales determinantes en la configuración de la familia actual, en el primer lugar, la explotación petrolera y minera, y en segundo lugar, el desarrollo de polos industriales en ciertas regiones del país, que se transformaron en una fuente considerable de empleos. Ambos hechos, produjeron un desplazamiento poblacional notable desde áreas rurales hacia zonas urbanas modernas. 


     Visto de esta forma, la variable de la movilidad geográfica interna del país, señala que la proporción de hogares urbanos es de cuatro a uno en relación con los hogares rurales, distribución inversa hace sesenta años. Según datos aportados por la Comisión Económica para América Latina en el 2004, durante el periodo entre los años 1986 y 1999, en Venezuela la estructura monoparental rondaba a un quinto de las familias, y las nucleares presentaron una tendencia a disminuir de 56,4% a un 56,2%.


    Mientras que, tres años después su decrecimiento se acelero llegando a ser de del 41% en el 2002. En este periodo, entre 1990 y el año 2002, las parejas jóvenes sin hijos se incrementaron ligeramente de 2,8 a 3,3%, y el tipo de familia extendida tuvo una ligera baja que fue de 30,3% a 28,5%. Cabe destacar que, aportes de Arriaga (2004), señalan que en 1997, el 27% de las familias latinoamericanas tenían como principal soporte económico, a la mujer y casi una de cada tres de las familias, la reconocían como su principal fuente de ingreso. 


     En relación a esto último, Bravo (2005) indica que el análisis de la pobreza en el país revela que las mujeres son mayormente afectadas, ya que entre 1997 y el 2002 superaron en 4% la proporción de hombres pobres. Aunque, las mujeres contribuyen con el 51% del total de trabajadores que desarrollan la economía nacional, con un aporte al trabajo mercantil relativo al 38% y con el 99% a las necesidades de trabajos domésticos. 


     Ante este escenario, el rol de la representación materna adquiere una trascendencia imperativa, este fenómeno se da cuando su pareja la abandona, de modo que la mujer sustituye al hombre como proveedor. Al tiempo que, cuando constituye una modelo de familia extensa o compuesta modificada, se apoya en otros familiares y allegados  para criar a sus hijos, mientras que ella desempeña otras actividades para la subsistencia de ese grupo familiar. 


     Vethencourt (1988), expresa que se encuentra muy enraizada la práctica de la asunción por parte de la mujer sobre la responsabilidad casi total de la función de brindar todo lo necesarios para la crianza de los hijos, sea tangible e intangible como el afecto y los valores. Lo que también indica que, la madre ejerce control sobre las actividades y actitudes de los hijos. Asimismo, la mujer asume la tarea de la correcta distribución de los recursos económicos que aporta ella o su pareja, para costear los bienes y servicios consumidos por los integrantes de la familia. 


     Desde esta óptica, Moreno (1997) asevera que, la cantidad de familias en situación de pobreza en Venezuela y el aporte que realiza la mujer a la economía, muestra que su papel se ciñe al ámbito familiar, dejando como consecuencia diversos grados de restricción para sus oportunidades a acceder a recursos materiales y sociales, además de su desarrollo personal en el ámbito educativo y profesional. En función de estas reflexiones, en la estructura familiar del sector popular, existe una marcada tendencia de hogares conformados por una mujer abandonada y madre sola, con toda la carga afectiva y económica de sus hijos. 


     Este autor agrega además que, por el contrario a lo ya planteado, la presencia del hombre en la familia, se hace inestable y en muchos casos, mantiene convivencia paralela y sucesiva con varias mujeres, conservando una pareja estable sólo por periodos cortos, lo cual desencadena que la madre se constituye como el centro de la familia. 


     Por lo antes expuesto, Barroso (1991), considera que la familia popular venezolana se encuentra inmersa en una cultura de pobreza, sin importar los recursos económicos ni las oportunidades de desarrollo con las que cuente. Cultura que se manifiestas en una economía casera, trabajo jornalero y producción para el beneficio inmediato, fracaso en la concesión de las iniciativas económicas estables, trabajo no calificado y desempleo.


     Cabe considerar, por otra parte, los señalamientos de Moreno (1996), quien advierte que a pesar de lo mucho que se puede decir sobre la familia popular sigue siendo en gran parte desconocida. Desconocida en cuanto a no ser reflexionada, por los mismos que la ven con la naturalidad de lo espontáneo, por los que la viven y la creen otra, y sobre todo por los que la toman como objeto de observación, juicio y conocimiento desde conceptos, categorías, parámetros y paradigmas que asumen como universalmente válidos, de modo que sólo logran entenderla como una variación, desestructuración, atipicidad, anormalidad ante un supuesto modelo universal de familia. 


    La pareja no forma parte del modelo popular de familia. Si se da realmente, y no sólo formalmente, es una excepción que no invalida el modelo, puesto que la familia existe sin ella, como existe también son el padre. El padre no posee ningún lugar en el centro familia sino como instrumento indispensable para producirlo, por lo tanto un instrumento externo.


     La situación antes planteada, permite asegurar que el padre puede funcionar como un apoyo, pero no el del todo necesario. Razón por la cual, el autor anteriormente mencionado establece que la familia popular nacional puede ser definida como “matricentrada”, porque es la madredad su núcleo estructural y además el sentido completo de la relación madre-hijo que es su totalidad. 


     Sin embargo, esta estructura es tan sólida como  cualquier otra, no carente de fisuras y problemáticas ya que ninguna está libre de ellas. Cabe destacar que, en este modelo de familia se produce un tipo humano, una manera de ser persona, muy diferente a lo considerado deseable en las actitudes de un hombre en la cultura occidental. En esa cultura moderna, el hombre se concibe como sujeto autónomo, individuo capaz de realizarse por sí mismo en un sistema de relaciones personales y sociales que el mismo establece y controla, luego se su infancia y haberse constituido como sujeto.


    Hecho contrario a lo que sucede en nuestra cultura popular, ya que en ella, cada ser humano es estructuralmente madre e hijo, la mujer a lo largo de su vida siempre asumirá el rol de madre-hija y el hombre de hijo-hijo. Por lo cual se considera que, el machismo y no la masculinidad moderna, es el verdadero papel del hombre en la familia popular.


     Para Fuller (1997), el machismo criollo se expresa cuando los hombres utilizan sus rasgos físicos y atributos sociales para ejercer fuerza, poder, control y dominio sobre la mujer, como un derecho a tomar decisiones por ella y sobre ella, sobre su cuerpo, su sexualidad, sus actividades y su tiempo, coartando su libertad y autonomía. El machismo implica el deseo y la necesidad del hombre por afirmarse constantemente, probando la hombría y virilidad sobre la mujer, dejando de lado su condición de humano. 


     Ante esto Hurtado, S (citado por Contreas, Marquina y otros, 2008), explica que, esto suele justificar el comportamiento infiel del hombre, porque considera que cuenta con la aprobación tácita de ella y de la tolerancia social. El control del hombre sobre la mujer determina modelo de feminidad como el ser: bella, tierna, coqueta, seductora, sumisa, pasiva, obediente, receptiva, tolerante y paciente. Así mismo, el hombre cree que ella debe desarrollar en el espacio domestico, siendo responsable de la crianza de los hijos. Por el contrario, el hombre tiene la libertad de ser irresponsable, escurridizo, inmaduro, pícaro, como el símbolo de macho que reproduce el sistema social. 


     Desde esta perspectiva, la familia popular venezolana, luego de haber pasado por una tradición histórica de influencia paterna, hoy en día se encuentra en una matrifocalidad, que es una dinámica social en la cual la madre ejercita el control sobre la manera de cumplir sus funciones. Este modelo familiar matricentrado está estructural y funcionalmente establecido en la sociedad, la madre generalmente es una mujer que tiene a su cargo todas las funciones que mantienen a una familia, al tiempo que, convive o no con una pareja y cuya relación se mantiene por cortos periodos de tiempo. 


     De este modo, la mujer se vincula con su hijo varón por y desde la ausencia y carencia de pareja, logra formarlo para que juegue siempre en el rol de hijo y llene su  necesidad de afecto, de forma tal que cuando llega a la adultez busca parejas para satisfacer sus necesidades sexuales, pero manteniendo cierto grado de dependencia con su madre. Repitiendo de este modo, un circulo vicioso de las familias sin padres, y entonces será ese hijo el ausente en la crianza de sus propios hijos, los cuales constituirán su prueba de masculinidad. 


     Al respecto, Hurtado, S (1998), sostiene que el vínculo de la madre con la hija funciona, en cambio, en prepararla para su propia maternidad y replica el modelo de mujer-madre. Esta repetición simbólica no favorece la creación y fortalecimiento de valores orientados hacia el ideal de la familia nuclear, en consecuencia, los lazos afectivos más fuertes gravitan sobre la madre. Fenómeno presten socialmente en las generaciones sucesivas  y determinando los modelos o plataformas imaginarias del colectivo, sobre los que se edifican las normas de convivencia familiar. 


     En resumidas cuentas, la estructura familiar venezolana, especialmente las más pobres, se presenta cada vez más una forma de agrupación, denominada familia compuesta modificada, que consiste en una serie de familias nucleares, de madres solteras o una mezcla de ellas, que se asocian sobre una base de organización horizontal, cuya principal rezón de ser en la ayuda mutua, independientemente de la amistad o vinculación consanguínea que tengas las personas. 


     Por último, Moreno (1996), enfatiza que el modelo de familia popular venezolano no es mejor ni peor que cualquier otro, porque ha funcionado  durante mucho tiempo y sigue asiéndolo; resolviendo de una manera humanamente satisfactoria, en algunos casos mejor en otros peor, como toda, los problemas que se le han presentado en su realidad histórico social.


     Por lo que, atribuir a este modelo de familia supuestos defectos, decretados por fuera, problemas actuales como: la violencia, la delincuencia y la pérdida de valores que, no se dieron antes, existiendo este mismo patrón y características familiares, es argumentar en falso.   

Referencias


Barroso, M. (1991). Autoestima del Venezolano. Caracas: Editorial Galac.
 
Bravo, R. (2005). Las Metas del milenio y la igualdad de Género. El caso de la Republica Bolivariana de Venezuela. Serie Mujer y Desarrollo. Foro de las Naciones unidas para la Mujer. Santiago de chile, Chile.
 
Contreras, J; Marquina, M y otros. (2008 Septiembre-Diciembre). La Mujer en el Contexto de la Familia Popular Venezolana. En: Fermetun [Revista en línea]. Disponible: http://www2.scielo.org.ve/scielo.php [Consulta: 2013, Junio 3].
Delgado, A; Naranjo, J. y otros. (2002, Abril 4). Análisis de la Estructura, el ciclo Vital y la Crisis de las Familias de una Comunidad. Medicina General Integral. 18 (4). 254-256.

Fuller, N. (1997). Identidades Masculinas. Lima: Editorial PUC. 

Hurtado, S. (1998). Matrisocialidad. Exploración en la Estructura Psicodinámica Básica de la Familia Venezolana. Caracas. Editorial Faces. 

Moreno, A. (1996). Familia Popular Venezolana. SIC- Centro Gumilla. 590 (12) 441-443.
 
Moreno, A (1997). ¿Padre y Madre? Cinco Estudios Sobre la Familia Venezolana. SIC- Centro Gumilla. 621 (9) 281-285.  
Vethencourt, L. (1988). Mujeres, Trabajo y Vida Cotidiana. Caracas: Editorial Melvin.