sábado, 11 de agosto de 2012

Plaza la Moneda

La plaza La Moneda, ubicada en pleno centro de la ciudad de  Barquisimeto es el punto de referencia obligado para quienes tienen como objetivo encontrar una novela, textos escolares, revistas de pasadas ediciones y hasta cualquier clase de texto en otro idioma. Todo esto con la particularidad que la mayoría de estos textos son usados pero en buenas condiciones, hecho que permite a los compradores "regatear" un poco los precios.  Desde hace algunas décadas atrás las mesas con libros son una imagen común en esta plaza y muy  frecuentada por personas de todos las edades, quienes esperan conseguir libros a precios más bajos que en las librerías locales.

A media mañana se puden empezar a ver las pequeñas montañas de libros.


 Con el paso del tiempo, los vendedores han adquirido su sitio fijo en el cual cada día cambian el orden de su exhibición de libros con el fin de atraer nuevos e incautos clientes con las portadas de sus “Bestseller”.
 

Es un lugar divertido y apasionante para quienes buscan una lectura especial, quizás una vieja publicación dentro de una revista o semanario. Es difícil predecir lo que se puede encontrar allí.

Los "Bestseller" siempre están presentes.

Hojas de revistas entre hojas de áboles.

Existe variaedad en textos.
La única librería del lugar, la cual también vende toda clase de libros nuevos o usados.



Crónica de un Día Enredado…





        Una mañana de octubre,  al despertar con una sopa de letras en su cabeza y con una sed insoportable, Matilde, la hija del medio, la chica de estatura y peso “promedio”; la que no tiene ni ha tenido nada físicamente digno de que alardear o quejarse, pues era eso, la chica que siempre está en el medio de todo. No era la primera que seleccionaban en los equipos de educación física del colegio pero tampoco era la última, hecho que aparentemente puede traumar a algunos. Matilde saltó de su cama al sonar la alarma justo a las 5:20 de la mañana y era lunes para madrugar y su gran condición de “deuterofóbica” no la ayudó en nada a empezar  el día. Por alguna razón,  su ridícula fobia a los días lunes la hace morir de ansiedad los domingos en la noche y la trasnocha como idiota mirando el techo y pensando pistoladas en la oscuridad de su cama.
      Quizás eran sus estudios, quizás era su  nula “vida social” o sus  solitarias  y recurrentes ansias de ver la materialización de sus lejanos y hasta inverosímiles sueños. Todo el mundo lo sabe y no es un secreto que para ser alguien en esta vida y mucho más  en este país, hay que hipotecar parte de las experiencias y “emociones” que ofrece la juventud. Desde muy pequeña ha tenido esas ideas volando por su desastrosa cabeza y ese irremediable terror a ser alcanzada por ellas.

    Así que, al salir de la cama entró a la regadera con sus medias aún puestas y bajo el chorro de agua cepillo sus dientes, con cuidado pues sus braces eran todo menos discretos. Se aproximaban las 6:20 a.m y el transporte podría dejarla…una vez más, así que se puso la misma ropa del día anterior, tomo su fiel y desgatado bolso y se dirigió a la parada de autobús con los cordones desamarrados y la abertura de los ojos casi inexistente.

       Llegó a la parada y al sólo mirar a la avenida, vio el autobús estacionarse frente a ella. Saludó como siempre al señor del transporte con su curiosa y cómica pero genuina sonrisa y se tiro sobre el primer su asiento, amarró sus cordones y  trato de dormir un poco, cosa no muy cierta pues los huecos donde caía el autobús le hacían pegar su cabeza contra el vidrio constantemente. Al fin,  a las 7:00 en punto, llegó a su primera universidad, porque la muy trastornada de Matilde estudiaba en 3 universidades y ni ella sabe cómo llegó a pasar. Caminó como zombie hasta su salón de clases, los cuales siempre estaban en el segundo piso al final de algún pasillo, sus compañeros de clases me recordaron el examen que presentarían ese día con una de las profesoras más extrañamente incomoda de ver, no era fea sólo incomodaba de alguna manera. Matilde recordó, ese examen sobre algo relacionado con la semántica, para el cual no había estudiado nada, absolutamente nada, pero esa mañana estaba tan cansada que ni se pudo sentir mal al respecto.

         Entró la profesora de Lengua Española a eso de las 7:20 con su robusto cuerpo y su llamativo cabello rojo revolución. Indicó las pautas a seguir e hizo especial engafases en eso de las “áreas verdes”, a lo cual Matilde curvó sus cejas y la profesora  lo notó y repitió algo que tenía que ver con “la cama de Heidi”, frase que dejó a Matilde tan confundida, como la chica que se sentaba siempre al frente, pues parecía no entender que la ropa interior se usa en el “interior”, así que su robusta profesora se acercó con su camisa de botones a punto de desintegrarse, porque seguramente si se rompiera lo haría en pedazos microscópicos y mirándola a los ojos le indico en un tono casi sarcástico que no quería “paja” en ese momento se di cuenta del letargo en el cual seguramente estaba sumada, pues su anticuada y extraña profesora de Lengua sabia argumentar frases más “contemporáneas” que ella.

     A las 8:10, finalizó el examen y cruzó sus dedos para no ver un 10 con la infame tinta roja que los profesores de Lengua aman usar  Dejó atrás esos pensamientos y entró a la última clase de la mañana con el objetivo de sólo copiar como autómata todo lo que oyera. Salió de la primera universidad a las 12:35 y subió al transporte para llegar a la  segunda universidad, con un hambre casi inhumana y unos sonidos estomacales completamente embarazosos y difíciles de excusar con buenos resultados. Al llegar, corrió como indigente frente a monedas, al ver la fila del comedor casi desierta, ya eran la 1:20 de la tarde y era razonable que estuviera vacío, por lo cual pensó que quizás se había acabado la comida lo que destrozo su espirito y e impulso al correr hacia él. 

     Port suerte aún quedaban raciones, así que tomó una bandeja y colocó el primer y más completo plato que vio. Se sentó y al comer sintió que volvía a tener personalidad, el hambre acababa con su voluntad y con toda expresión que no hiciera por inercia. Repuesta, entró a su primera clase de la tarde con algo de comida en los braces, por lo que decidió no hablar mucho, mejor dicho nada. Con cautela y pasivamente presenció todas sus clases hasta las 6:20 de la tarde, cuando volvió a correr como psicópata o adolescente recién robado, para tomar de nuevo el transporte que la llevaría a su tercera y última universidad.

     Las clases en esa universidad empiezan a las 6:15 y siempre llegaba a las 6:35, por lo que Matilde, ya tenía su carita de perrito regañado, hambriento y hasta atropellado ensayada. La que no siempre funcionaba los lunes con su profesor, quien está un poco trastornado, casi o más que ella. Luego del acostumbrado regaño y comentarios irónicos sobre la juventud de su profesor, Matilde empezó sus clases nocturnas, que sin ganas de parecer o ser arrogante y  soberbia se le hacían muy fáciles. Con la labor titánica de no dormirse, salió a las 9:40 de su última clase, y con el cuerpo por el piso esperó a que sus padres pasaran por ella.

     Llegó a casa, se tiró en la cama y sólo se quitó los zapatos, lo cual pensó que sería útil a la mañana siguiente, pero había olvidado que ya no podría usar la misma ropa 3 días seguidos, así que la mañana siguiente sería y seguramente fue aún más enredada y desastrosa que la pasada.


Mariangel M. O. Diciembre, 2010.